Los genes perrunos. Genómica Canina

Aunque la sabiduría popular puede suponer que los perros comen pan y verduras porque a todo se acostumbra uno cuando el hambre aprieta, esto no es cierto. Para poder aprovechar el pan y las verduras es necesario disponer de genes que produzcan enzimas digestivas adecuados, como por ejemplo la amilasa, un enzima que inicia la digestión del almidón vegetal en el intestino. De otra manera, lo que se come no puede ser digerido y, por tanto, no puede ser aprovechado, lo que debilita e incluso pone la vida en peligro.

Del mismo modo, aunque los comportamientos pueden aprenderse, no es menos cierto que la capacidad para aprender no se aprende, y ésta depende sobre todo de los genes que afectan al desarrollo del sistema nervioso. Así, es probable que
la capacidad para aprender a interpretar el lenguaje humano, tanto hablado como corporal, dependa de cambios génicos concretos adquiridos a lo largo de la evolución del perro en su adaptación al entorno humano.


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Hoy, gracias a nuevas tecnologías de la genómica el análisis es posible y ha sido llevado a cabo por investigadores suecos, noruegos y estadounidenses, quienes publican sus hallazgos en la revista Nature. En 2005 fue secuenciado el genoma de una perra bóxer, Tasha, de 12 años de edad.

Los científicos secuenciaron ADN procedente de los genomas de 12 lobos de todo el mundo y de 60 perros pertenecientes a 14 razas. En primer lugar, buscaron las letras individuales del ADN, las llamadas bases, que variaban entre los genomas y hallaron nada menos que cerca de 4 millones de cambios. También identificaron regiones de ADN que se habían copiado varias veces o que se habían perdido. A continuación, los investigadores identificaron las regiones que presentaban menor número de cambios entre las razas de perros, pero cambios más frecuentes entre perros y lobos. Pretendían así encontrar aquellos genes y regiones del ADN que habían mutado durante la evolución del lobo al perro, y que eran importantes para la supervivencia de todas las razas caninas en general – por eso presentaban escasos cambios entre ellas – y no solo para algunas en particular.


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Este análisis reveló 122 genes que habían mutado del lobo al perro. Entre ellos se encuentran algunos importantes para el desarrollo del sistema nervioso, lo que sugiere que la legendaria inteligencia de los perros ha sido espoleada por la evolución sucedida en contacto con el ser humano. Otro de los genes mutados es, precisamente, el gen de la amilasa, que se ha copiado hasta treinta veces en el genoma del perro, frente a solo las dos copias de este gen que posee el lobo. Estas múltiples copias permiten a los perros producir amilasa en mayor cantidad, lo que les capacita para digerir adecuadamente verduras y cereales.

Estos estudios avanzan nuestros conocimientos sobre los mecanismos y la velocidad a la que la evolución puede generar cambios adaptativos importantes. Por otra parte, sugieren a los propietarios de perros que la dieta de éstos puede incluir sin problemas verduras y cereales, ya que están perfectamente adaptados a este tipo de alimentación, siendo la proteína de origen animal su fuente principal de salud.

Autor: Jorge Laborda (Catedrático de Bioquímica y Biología molecular de la Universidad de Castilla-La Mancha).